Advertencia

Si no tienes la mayoría de edad para leer contenidos de adultos sal de este blog, por favor.

No es un blog de sexo, ni pornográfico ni cosas de esas, pero
en ocasiones contaré cosas muy subidas de tono y
sobretodo los pasos de mi venganza personal al cabrito de mi marido...
por eso, si no eres mayor de edad prefiero que no leas este blog.

Gracias, Libertad.

martes, 29 de julio de 2008

La visita

Después de la experiencia vivida en el instituto, me marché a casa lo más rápido que pude. Disimuladamente miré hacia atrás... tenía miedo que Tolo me estuviera siguiendo.
Ante la puerta de casa una última comprobación, antes de sacar la llave quería estar segura de que estaba sola. Un rápido giro de muñeca, y estaba a salvo. Cerré dando un portazo, eché la llave y la cadena. Mi cuerpo se desplomó, sentada en el suelo con la espalda apoyada sobre la puerta por primera vez desde mi encuentro con Tolo me sentí segura. No sabía si reír o llorar, recordaba un refrán que mi abuela repetía hasta la saciedad: " a perro malo todo se le vuelven pulgas"...
-¡Qué miedo había pasado!- pensé, mientras me percataba de que estaba sudando y temblorosa. Había aguantado el tipo frente a las amenazas de mi alumno pero ahora en el comfort del hogar, mis sentimientos afloraron sin freno. Empecé a llorar amargamente, primero mi marido y ahora esto...
- a perro flaco todo se le vuelven pulgas- me repetía mientras lloraba.
No sé cuanto tiempo pasó, decidí darme una ducha reparadora, la potencia del agua sobre mi piel me relajaría.
-¡Dios mío!- grité al mirarme al espejo- ¿Quién era esa que tenía delante?- desaliñada, el maquillaje corrido, cansada y desesperada. Mi cara lo decía todo, estaba deshecha, rota, humillada por la persona que quería, porque en el fondo le quería, y amenazada por un niñato de instituto.
Mecánicamente, accedí a la ducha, dejé caer la ropa y de un puntapié la envié a un rincón del baño, tan cansada estaba que no podía ni agacharme.
- ¡Ahhh! ¡Qué gusto!- Abrí el agua a toda potencia y me metí toda debajo del chorro, cerré los ojos e icé mi cabeza, arqueé mi cuerpo hacia atrás para, que con toda su potencia el chorro masajeara mi rostro, mi cuello y mis pechos... pasaban los minutos y sólo acertaba a hacer pequeños desplazamientos para que todo mi cuerpo fuera gozando con aquel masaje tan relajante. Me enjaboné varias veces la cabeza, me encantaba la espuma y el olor del champú mentolado. Al caer sobre los ojos producía una sensación de frescor indescriptible. Agua y más agua...
Al coger la esponja natural y, al alargar la mano, allí estaba la esponja de Miguel, la tristeza me invadió de repente al recordar tantos baños, tantos momentos de placer. Cogí su esponja y empecé a recorrer lentamente mi cuerpo, cuando el me asía por detrás siempre comenzaba a acariciarme los pezones, hacía mucha espuma con el gel y daba pequeños circulitos, muy suaves... mis pezones reaccionaban de inmediato, endurecían a la misma rapidez que el miembro de mi marido que cogía posiciones acorralando mi sexo, entre mis piernas. Unas cuantas pasadas más con su esponja y mi cuerpo empezó a entonarse... era, deprimente, yo sola, allí en la ducha anhelando a la persona que más odiaba en el mundo, a la persona que más había amado... no voy a engañarme... que sigo amando...
Sin darme cuenta, ensimismada en mis pensamientos seguí masajeando mi cuerpo, generosamente mis pechos primero, mi espalda, el abdomen... la imagen de mi marido se desvaneció de repente, de pronto me sorprendí frotando mi vulva rítmicamente y pensando en Tolo. Me empecé a excitar, a ponerme como una moto, sólo de pensar que Tolo entraba de repente en la bañera a "subir nota". Me deje resbalar, poco a poco, hasta que mi cuerpo quedó tendido sobre el fondo de la bañera. El potente chorro de agua caía con fuerza desde arriba, y por la distancia se abría acariciándome casi por completo, una cálida lluvia maravillosa. Acomodé la postura, a la vez que abría las piernas, fui buscando el ángulo hasta que el agua golpeaba mi clítoris y mis labios dándome un placer exquisito. Frotaba y frotaba con mi esponja, y dejaba hacer al agua, constante, monótona, cálida... a cada momento, el placer era mayor, comenzaba a estremecerme de gusto, mi dos manos estaban ya ocupadas en mi coño, una delicadamente apoyaba la acción de la cascada sobre mi clítoris, la otra había comenzado a explorar mi cueva que se inundaba por el nivel del agua que subía lentamente. ¡Qué gusto!, mi cuerpo retorciéndose de placer, mi mente adentrándose en una ensoñación con un muchacho de 17 años que hacía sólo unas horas me había asustado hasta el infinito pero que ahora me estaba excitando y poniéndome cachondísima... Seguía allí tumbada, el agua cayendo y yo trabajándome hasta el punto que empezaba a sentir las primeras contracciones anunciando un gran orgasmo... ¡que placer!... ¡qué...
- DING DONG -
putada! El timbre de la puerta.
Pasé olímpicamente del timbre y seguí disfrutando...
- DING DONG- insistían a la puerta...
-¡Mierda, pensé!- Me habían cortado el rollo del todo, sin remedio.
Cerré el grifo de la ducha y me sequé rápidamente. Me líe una toalla al cuerpo como pude y salí a mirar quién era. No esperaba a nadie pero, desde siempre, cuando llamaban a la puerta tenía que mirar quién tocaba, era incapaz de dejar de atender el timbre, estuviera haciendo lo que fuera. Me acerqué sigilosamente a la mirilla, se me pasó por la cabeza que pudiera ser Tolo. No, qué locura, seguro que no, sólo la idea me dió mucho miedo pero... sí, he de reconocerlo también cierta excitación y más aún después de mis juegos en la ducha.

-¿Mi cuñado?- Que puñetas querría y justo en mi mejor momento de los últimos días
Le dije que esperara y, rápidamente, me sequé como pude y me puse un camisón. Total, seguro que venía de parte del cabronazo de mi marido con alguna estúpida excusa para ver cómo estaba. De ninguna manera iba a darse cuenta de mi lamentable estado, así que me dirigí a la puerta con una sonrisa.

- Buenas noches, cuñado, ¿qué te trae por aquí?- le pregunte desinteresada
- Hola Libertad, me manda tu marido para recoger algunas cosas- me respondió con un gesto avergonzado
- ¡No ha podido venir él!- exclame levantando algo la voz- valiente mierda está hecho.
Mi cuñado, ahora muy incómodo se encogió de hombros sin ser capaz de mantenerme la mirada. Timidamente me entrego una hoja arrugada de papel con la lista de Miguel.

-¡Su pala de pádel!- volvía gritar- será posible el capullo, que esta sea su prioridad número uno.
Mi cuñado no sabía dónde esconder la mirada. Siempre mi ex había hecho con él lo que quería.
- ¡Pues si quiere pala tendrá pala! Sígueme...- corrí hasta el dormitorio, su maldita pala estaba en una caja en el armario empotrado, abrí de un portazo, me agaché para buscarla y allí estaba

Iba a decirle a mi cuñado que le dijera a Miguel que se metiera la pala por el cul... cuando me dí cuenta de la situación...

Al agacharme y estirarme para alcanzar la pala, el camisón había subido por mis nalgas dejando todo mi culo al aire. Allí agachada, mostrando mi trasero a mi cuñado que esperaba detrás de mí. Un calor tremendo me inundó, ¡qué vergüenza! No podía creer que me estuviera pasando esto.

Como si no hubiese pasado nada, me incorporé con la pala en la mano y se la entregué a mi cuñado...

Intentando disimular todo lo posible, seguí leyendo la lista, no podía verme pero me podía imaginar toda ruborizada, el calor que sentía era enorme.
- Y ahora los estúpidos zapatos negros- continué leyendo la estúpida lista en tono enfadado, ahora para disimular mi vergüenza, pero sin poder mirar a los ojos a mi cuñado. Por no mirarle a los ojos miré algo peor, un gran bulto se adivinaba en su entrepierna. El muy capullo estaba empalmado, empalmadísimo me dije. Por unos segundos perdí la noción del tiempo, la situación era violentísima, me moría de vergüenza.
En ese preciso instante sólo pude pensar en una palabra: "venganza". Instintivamente, con una rabia animal que desconocía en mí, me giré hacia la cama.
- Te gusta mi culo, no cuñado- pensé- pues toma culo- mientras me agachaba de nuevo mucho mas de lo que necesitaba para alcanzar los zapatos de mi ex que siempre dejaba debajo de los pies de la cama. Ahora, si era consciente de que mi camisón se estaba levantando mucho más. Arqueé mi cuerpo todo lo que puede, tenía una visión muy clara de lo que mi cuñadito estaba contemplando. Mi culo, mi precioso culo, delante de sus narices, bueno no sólo de sus narices...
Lancé un pequeño gemido de esfuerzo, simulando que no llegaba a los zapatos, aproveché para estirarme aun más y separar las piernas doblando ligeramente las rodillas... ahora, ya no era mi culo lo que le ofrecía a mi cuñado, tenía a su vista todo mi pubis...

Lo imaginaba allí detrás de mí, a escasamente un metro de distancia, más empalmado aun, si eso era posible y sin poder creer lo que estaba contemplando. Mi cuñado, Pedro, era la persona que mi ex más quería en el mundo, de nuevo, una palabra en mi mente: "venganza".

Se respiraba la tensión en el aire, perfectamente escuchaba la respiración de mi cuñado acelerándose a cada instante...

Agarré los zapatos y tiré de ellos hacia atrás con fuerza, simulé perder el equilibrio y me dejé caer hacia atrás.

Instintivamente, Pedro, me agarró para que no cayera, sus manos vinieron a sujetar mis pechos. Yo, dejando caer mi peso hacia atrás, apoyé mi culo en sus partes. No sé cuanto tiempo pasó. Sus manos asían mis pechos... inmóviles... mi culo también inmóvil, quedó perfectamente encajado sobre su miembro que a pesar del pantalón podía sentir con fuerza. Tenía a mi cuñado contra la pared, en esos momentos estaba caliente como una perra, la polla de mi cuñado sobre mi culo, presionándome, sus manos agarrando con fuerza mis pechos... creo que en ese momento enloquecí... presa de una enajenación mental transitoria o algo así, porque jamás hubiera creído poder hacer lo que hice a continuación...

Solté los zapatos de Miguel, puse mis manos sobre las manos de mi cuñado, las apreté con fuerza contra mis pechos, empecé a mover mi culito de manera circular, cada vez el miembro de mi cuñado estaba más duro y se encajaba mejor entre mis nalgas...

Tomé conciencia de lo mojadisima que me encontraba, la excitación era máxima... mi cuñado no había podido reaccionar... en ese momento, cogí sus manos y las separé con fuerza de mis pechos. Avancé un par de pasos hasta mi cama, me subí en ella a cuatro patas, miré hacia atrás por encima del hombro y, con la mirada más lasciva que puede, con la más provocativa, con una mirada que ni siquiera sabía que tenía le jadee:
¡FÓLLAME!
Y baje la cabeza, apoyándola en el colchón y arqueándome todo lo que pude para ofrecerle mi sexo así como estaba a cuatro patas.

De nuevo el tiempo se paró, un silencio absoluto, sólo interrumpido por un ligero resoplido y un par de pasos...

De repente, su miembro busco mi sexo con habilidad y fuerza, penetrándome hasta el fondo, no le dió tiempo de empujar una segunda vez cuando...

-AHHHHH-un gemido de placer salió de mi alma, a la vez que me eché hacia delante sacando su duro miembro de mi coño. Sin moverme de como estaba, sin ni siquiera mirarle le grité:
- ¡ENCÚLAME CABRÓN!-
En ese momento no sabía lo que decía, mi sentido común, mi vergüenza, mi humanidad hacían tiempo que me habían abandonado... ahora era una perra sedienta de venganza que ofrecia a la persona que mi marido más quería en el mundo, lo que nunca le dí a él, y motivó que me abandonara.
- ¡RÓMPEME EL CUL...- No me dió tiempo a acabar la frase, la palma de su mano habilidosamente recorrió todo mi coño recogiendo mis propios jugos vaginales, separó mis nalgas y untó con mis fluídos mi orificio, aun, virgen.
AGGGGGGGG!- Su polla entró duramente de un sólo golpe allí donde nadie había jamás entrado.
Ayyyyyy!- casi lloré del dolor que sentí, en medio de toda la excitación. La mezcla de placer y dolor fue indescriptible. Sentía como la punta de su pene había entrado en mi culo, ¡qué dolor!
Sácal...!- le grité, por el dolor que sentía, me parecía que me estaba rompiendo, pero no me dió tiempo, me asío por las cadera y esta vez ¡empujó hasta el fondo!
-AGGGGG- Sólo podía gritar, sólo sentía dolor y más dolor, creí que iba a desmayarme por momentos. Pedro cada vez agarraba con más fuerza mis caderas, empujaba y empujaba con gran fuerza, metía su polla hasta el fondo podía escuchar sus testículos golpearme a cada embate, porque sentir no sentía nada sólo dolor.
De repente, apretó contra mi culo todo lo que pudo y paró, me cogió por los hombros y apretó con toda su fuerza para meterme su verga hasta el sentido. En esos momentos, con los ojos cerrados podía visualizar mi culo, si polla allí instalada, presionando con fuerza, inmóvil, sin darme cuenta, apenas si sentía ya dolor, de alguna manera ya no me dolía, ahora sólo sentía la presión de su gran pene, allí hinchado en mi pequeño agujero hasta entonces virgen. En esos segundo de quietud pude notar como de mi culo bajaba un fluido, era sangre, verdaderamente me había roto el culo.
Sin tiempo a reaccionar, mi cuñado sin en ningún momento bajar la presión y la fuerza sobre mi agujerito, recorrió mi espalda su mano derecha, mientras que con la izquierda me asía fuertemente por el hombro. Agarrándome ahora por el hombro y la cintura comenzó lentamente a sacar su polla de mi culo hasta llegar al prepucio, sin sacarla del todo todavía más suavemente la introdujo de nuevo, cuando de nuevo llegaba al final y me la tenía toda metida, apretaba con fuerza pero lentamente.
AHHHHHHHH! ¡AHHHHHHH!- comencé a gemir de placer, ahora en cada recorrido me estremecía toda, sentía su miembro como penetraba y abría camino forzado, mi sensación era totalmente placentera, cada vez que llegaba al final y apretaba me colmaba de gusto, empecé a disfrutar como una zorra y el se daba cuenta, en la medida que yo gozaba más y más, mi cuñado comenzó de nuevo a aumentar el ritmo y la fuerza de sus embates.
AHHHH!- Me follaba más rápido...
AHHHH!- Me follaba más fuerte...
AHHHH!- La mano dejó mi cadera y empezó a acariciar mi clítoris.
AHHHH!- El placer me inundaba y me llevaba al orgasmo por doble recorrido
AHHHH!- El muy cabrón coordinaba de maravilla su polla y su mano, sus dedos empezaron a follar mi coño.
AHHHH!- gemía yo
AHHHH!- gemía él
En mi mente se abrió la imagen de su polla dentro de mi culo, avanzando y retrocediendo, empujando y empujando...
Ya llegaba, me corría, me corría...
Él paro en ese instante sobre mi culo, dejó firmemente la polla metida a la vez que manipulaba hábilmente mi clítoris y mi coño.
Mis contracciones anunciaban mi orgasmo, esta vez sí... ¡AHHHHHH!
AHHHHH!- gritó él, a la vez que sentí los movimiento de su polla al correrse dentro de mi culo.

En ese momento, sacó la polla de mi culo, cogió su ropa y salio de la habitación.

De nuevo perdí la noción del tiempo, no tenía conciencia de lo que había hecho en esos instantes... había disfrutado como nunca...
Allí tendida, muerta de gusto, boca abajo en la cama, la sangre y mis jugos se mezclaban en las sábanas...
Escuche la puerta, un portazo fuerte y secó... Se había marchado, en ese momento empecé a sentir dolor, un dolor cada vez más fuerte por momentos... la razón volvió a mí...
-¡Ay!- gritó mi cuerpo y mi alma.
Me había muerto de gusto y ahora empezaba a morir de dolor...
En mi mente, una imagen, Miguel, mi marido y una palabra:
"¡VENGANZA!"

domingo, 9 de marzo de 2008

De nuevo la ¿rutina?

Dejé el coche lejos del instituto, me apetecía andar para despejarme un poco más. El trabajo me haría olvidar, entrar en la rutina de las clases y aliviar mi angustia.

Me pesaba todo: el cuerpo, el alma... me encaminaba hacia el centro con lentos y pesados pasos, mi cabeza cabizbaja. Al cruzarme con algún peatón, levantaba tímidamente la mirada, como buscando un reconocimiento, una palabra de aliento, un gesto de ánimo...

- ¡Seré tonta!- me recriminaba cada vez que pasaba alguien a mi lado sin ni siquiera cruzar su mirada.

Diez, doce minutos y encaré la calle del instituto. Ahora sí había rostros conocidos, más o menos anónimos pero relacionados con mi trabajo. Alguna mueca, algún gesto, un leve saludo... ya llegaba.

Para todos, había sufrido una indisposición, nadie sabia lo sucedido. Tenía cierta amistad con algunas profesoras pero no tanta para contarles lo ocurrido. Empecé a subir las escaleras del la entrada principal, cuando miré hacia arriba...

- Estoy sola- pensé - totalmente sola en la ciudad-

Inmóvil, me quedé absorta mirando al vacío...

- Sola- me repetía- totalmente sola-



Aquella presión de los últimos días comprimió mi pecho de nuevo, las lágrimas afloraron sobre mis mejillas. Rápidamente pasé la manga de mi jersey por la cara, respiré profundamente, tres escalones más y estaba dentro: nada ni nadie impediría que reanudara mi vida... mis clases.







Directamente me fuí al aula de tercero, no quise pasar por la sala de profesores. Vinieron pocos alumnos, sólo ocho, quizás por mis ausencias de los días anteriores. Abrí mi maletín y recordé que el último día había corregido el último trabajo sin haber comunicado las notas.

Salude a los alumnos, cinco chicas y tres chicos, y comuniqué los resultados: Luisa seis, María un nueve, Tomás un cinco y medio, Laura un seis, Tolo un cuatro...

- ¡Ufff!- se escucho en medio de la clase un gran resoplido que me hizo levantar la cabeza-

Allí estaba Tolo, bufando en medio del aula en protesta por el suspenso. Este año, no iba nada bien, no era el primer trabajo que suspendía, cada vez se acercaba más al suspenso final. Sin darle mayor importancia, continué la clase...

No puse el menor interés en la materia aunque esté mal decirlo, mi cuerpo había llegado al trabajo pero mi mente venía aun de camino.

Estaba recogiendo ya los bártulos desperdigados por la mesa cuando oí de nuevo un resoplido pero esta vez tan cerca que noté un golpe de aire caliente sobre mi nuca. Me giré, rápidamente y allí estaba Tolo, lo conocía desde hacía años pero en ese momento sentí un nudo en el estómago, sentí miedo.


- ¿Sí?- Logré balbucir intentando dar una imagen de seguridad


- Profe- Me dijo en un tono áspero- me gustaría revisar mi trabajo, no puedo suspender más-


Tolo cogió aire en hinchando sus pulmones, parecía muy enfadado. Instintívamente di un paso atrás. Gesto que el aprovecho para acercarse aún más inclinando su cuerpo hacia mi, intimidatoriamente.


- En media hora en la sala de reuniones- acerté a contestar, terminando de recoger y saliendo a toda prisa de la habitación.


Tolo, siguió mis pasos hasta la puerta con su mirada, nunca me había mirado así, no sabía qué pensar. Una vez en el pasillo, respiré profundamente. Seguramente, mi estado mental de los últimos días había bajado mis defensas innatas para manejar estos adolescentes, pero en aquel momento sentí miedo. Menos mal, que en la sala de reuniones estaría acompañada de algún compañero.



Carlos, un compañero de matemáticas corregía unos ejercicios sentado en un butacón al final de la habitación, cerca de la ventada.

-¡Hola! ¿Qué tal, recuperada?- me preguntó desinteresadamente.

-Bien, gracias- respondí con el mismo interés que su pregunta, sentándome al otro extremo de la habitación. Saqué el ejercicio de Tolo para tener preparada la corrección cuando él llegará. Realmente estaba mal, no había por donde cogerlo, había sido demasiado generosa calificándolo con un 4,5.

- Hola, profe- me dijo tolo entrando como una exhalación en la habitación y sentándose en la silla con el respaldo hacia delante, en posición chulesca. Cruzó los brazos apoyándose en el respaldo de la silla, sus piernas abiertas y flexionadas ligeramente, apoyó su mentón sobre los pulgares y me dijo desafiante:
-¡Qué! ¿Me vas a aprobar, verdad? Profe- su pregunta sonó amenazante en el silencio de la sala, se reclino sobre el respaldo hacia delante poniendo la silla a dos patas y acercando su cara a la mía, incomodándome.
Busque la protección de mi compañero mirando de reojo hacia atrás.
- ¡Mierda!- mi compañero había salido sin que me diera cuenta, estaba sola en la habitación, ante aquel adolescente que jamás se había comportado de aquella manera tan hostil y amenazante.
Tolo se levantó, me miró fijamente a los ojos y se rió maliciosamente. Seguro que había esperado a que mi compañero saliera de la sala, su mirada expresaba una mezcla de rabia e insolencia.
Acercó su boca a mi oreja derecha.
En esos momentos, mi corazón latía a mil por cien, notaba las palpitaciones en mi pecho como si quisiera escapar de la presión del sujetador, mis manos empezaron a sudar, empezaba a tener miedo de verdad. Tolo, tenía un cuerpo bien formado y musculoso, forjado en las calles del barrio. Mis piernas empezaron a temblar. Me quedé de piedra, mientras su boca se acercaba a mi oreja y podía sentir su aliento. Cuando su pelo rozó el mío cerré instintivamente mis ojos.
- ¿Estoy aprobado, verdad? Pro...fe
Estuve a punto de gritar, cuando Tolo giró sobre si mismo y se sentó sobre la mesa.
Me recuperé como pude, anímicamente estaba destrozada, mi autoestima por los suelos y encima me pasaba esto con Tolo, la primera vez que un alumno se me ponía gallito.
- Verás, Tolo...- comencé a decir de manera pausada y con un tono bajo de voz, según recomendaban en los cursillos de defensa personal para estas situaciones - Tu trabajo, no está nada bien- Maldita profesionalidad la mía, sólo tenía que haberle dicho que estaba aprobado y seguramente se hubiera marchado pero no pude.
- ¡Qué! No me entiendes, te he dicho que estoy aprobado...- Me gritó poniéndose de pié y avalanzándose sobre mi.
Con su mano me cogió por el mentón y alzó mi cabeza. Se agachó, acercando su rotro al mío. Se rió de la manera mas siniestra que jamás vi en un adolescente, me dijo lentamente, marcando cada sílaba:
- A...pro...ba...do... A...pro...ba...do- empujando mi cabeza hacia atrás.
- Pero con violencia no se pue...- No me dejó acabar, cogió mi cabeza ahora con las dos manos, apretándome con firmeza.
- A...pro...ba...do... - me repitió susurrándome al oído- no te confundas- me dijo pasándome la punta de su lengua lentamente desde mi barbilla, acercándose a la comisura de mis labios y subiendo despacio hasta mi oreja donde se retiró- Estoy dispuesto a hacer lo que sea... ¡Piénsalo!-

Se dio la vuelta y se marcho.

Allí me quedé sentada sin reaccionar mirando hacia los folios desordenados sobre la mesa, no sé durante cuanto tiempo, me temblaba todo el cuerpo por el miedo... pero inexplicablemente, lo que sentí cuando pasó su lengua sobre mi fue indescriptible, mi vagina convulsionó durante esos instantes. Junto al pánico pude sentir un placer nunca antes experimentado. Se había marchado, aún estaba asustadísima, aterrorizada pero realmente, no podía creerlo pero lo que mas estaba era...
... ¿excitada?...

domingo, 20 de enero de 2008

Al cuarto día pude parar de llorar

Cuatro días y cuatro noches, llorando desconsoladamente. De la cama al sofá, del sofá a la nevera, de la nevera a la cama y así sucesivamente. Mi dolor era tan grande, por lo inesperado, por las formas, por la otra, por el desprecio...
Avisado el instituto de que no iría a trabajar por una indisposición, descolgué el teléfono, apagué las luces y bajé al máximo las persianas... oscuridad, soledad y llanto...
... cuatro días con sus cuatro noches...
En la mañana del quinto día, me sentí distinta, seca del todo, sedienta de algo más que agua, mi corazón hueco, débil, agotada. Me arrastré como pude hasta el baño...
¡qué horror!
No reconocí el rostro que apareció reflejado en el espejo: marchito, apagado, asolado...
Fue entonces cuando, la luz, brilló en mi mente un instante.
¡Venganza!
Me eché un poco de agua en la cara, fría
¡Venganza!
Atusé mis cabellos
¡Venganza!
Bajo la ducha el agua renovaba mis fuerzas, ordenaba mis ideas, rememoraba la película de mi despecho
¡Venganza!
Al rato, bajaba las escaleras para encaminarme hacia el instituto...
¡Venganza!¡Venganza!¡Venganza!
Retumbaba e mi cerebro a cada paso que daba camino del trabajo.
¡Venganza!¡Venganza!¡Venganza!

miércoles, 9 de enero de 2008

La gota que colmó el vaso - el principio

Siempre que quería tema hacía lo mismo, como yo solía dormir de lado y de espaldas a él. Me rodeaba con su brazo para alcanzar mis pechos y se apretaba firmemente sobre mí. Comenzaba a mordisquear mi cuello y espalda, y a presionar con su miembro mi periné. Si me apetecía, en un par de minutos de hacerme rogar me giraba, nos besábamos y hacíamos el amor.



Esa noche, la que colmó el vaso, la verdad es que estaba algo indispuesta por la pesada cena en un restaurante argentino. Siempre que me pasaba con la carne muy hecha me ocurría lo mismo pero, aun así, me encantaba. Miguel, que así se llama mi marido, insistió e insistió, me atacó de todas las maneras que sabía: acarició con la yema de los dedos mis labios (me encanta que me haga eso), masajeó mis pezones, me hizo cosquillas por el cuerpo, atacó mi sexo frotando la palma de su mano fuertemente sobre mi vagina, intentó, por último, estimular directamente mi clítoris... pero nada, le rechace durante toda la noche hasta que se quedó dormido... La verdad es que me habían entrado ganas pero estaba tan molesta con el estómago que no quise.



Paso la noche, con los primeros rayos de sol, volvió al ataque. Mucho más convincente, yo estaba mucho mejor, desde atrás me asió fuertemente con sus brazos cruzándolos sobre mis pechos e introdujo su, ya super erecto, pene por mi entrepierna frotando mi vagina y mi periné. Eso me volvía loca, me giré como señal de asentimiento para besarle pero él tomando mis caderas con sus fuertes manos me tumbó boca abajo, separó mis piernas colocándose de rodillas entre ellas, tiró hacia arriba de mis caderas y me colocó en su posición preferida para hacerme el amor. Aunque no era mi preferida, la verdad es que no me desagradaba.


Masajeó durante unos instantes desde mi vagina hasta mi culito, como tantas veces, yo ya estaba rendida, me daba tanto gusto que sólo esperaba el momento de sentirle empujar fuerte.


Torpemente, Miguel presionó con su glande mi ano: "que torpe que no encuentra el agujero correcto", pensé riendo para mis adentros.


Acto seguido, noté como Miguel, agarraba su pene con la mano y presionaba de nuevo mi culito. Sentí algo de placer pero sobre todo molestias y desagrado.


- ¿Pero qué haces, Miguel?- Le pregunté


- Calla que vas a flipar- Me respondió volviendo al ataque y empujando más fuerte con su miembro.


-¡Qué no!- Le grité girándome rápidamente y sentándome en la cama, mirándole a los ojos muy enfadada. Varias veces me había insinuado el hacer sexo anal pero siempre le dije que no, tajantemente. Sobretodo las noches que me decía que tenía trabajo que terminar en el despacho y, yo sabía, que venía de leer relatos calientes de Internet.


-Libertad- me dijo- ya verás cómo te gusta, estoy seguro.


Yo me levanté y me metí en el baño dando un portazo. Me sentí violentada, rabiosa, no podía aceptar que intentara algo que había dejado claro que nunca haría. Me senté sobre la taza del váter un buen rato, no llegué a llorar pero tenía ganas. Me eché algo de agua en la cara y salí del baño para pedirle explicaciones.


¡Qué sorpresa la mía cuando salí! Allí estaba Miguel frente a mí, se había vestido y con cuatro cosas en la mochila me dijo:


- ¡Adios, Libertad! Desde hace tres años estoy con una compañera del trabajo, tú nunca me has dado lo que necesito... lo siento, ya hablaremos - Y sin decir nada más, cogió la puerta y se marchó.


Lloré, Lloré y lloré... jamás hubiera imaginado esto en la peor de mis pesadillas, apenas discutíamos, todo iba sobre ruedas, incluso hablábamos de tener un hijo... casí ni caí en la cuenta, en esos momentos, de lo de su compañera de trabajo sólo me repetía a mi misma: se fue porque...



NUNCA LE DÍ LO QUE NECESITABA

La herida que me produjo en mi corazón nunca se curará... Durante cuatro días lloré, dejé de comer, no fui al instituto y me pasaba las horas llorando, llorando y nada más pero de alguna manera en mi mente se fue formando la idea de una venganza necesaria, justa y dulce. El plan no estaba confeccionado pero la idea principal sí, no pararía hasta tenerlo de rodillas implorándome perdón... poco a poco iré contando en este blog como se fragua mi venganza, si es que la consigo, contaros todos los detalles me servirá de desahogo psicológico para no enloquecer y como parte del plan, ya que contaré todo lo que pueda hacerle a ese c..... de mi marido (todavía), dejémosle en Miguel.